El pagador de promesas
- Gonzalo Guillermo Miguel Sandoval
- 31 may 2023
- 4 Min. de lectura
Zoe do Burro, Rosa, Bonitao, el padre Olavo (ficción)
Zoe do Burro es un buen campesino, pero sobre todo es un alma noble, desprovista de toda malicia. Su vida se rige por impulsos primarios: el amor, a las personas y a la naturaleza. Su faro lo constituye su inquebrantable fe religiosa que le permite (lejos de elaboradas elucubraciones) reconocer un ente superior en todas las cosas.
Rosa, es la esposa de Zoe. Ella lo quiere y le apoya en todo. No obstante, en su fuero interno, no está del todo convencida del rumbo que ha tomado su vida a partir de su unión matrimonial.
Bonitao, es un ex policía, devenido en proxeneta de la ciudad. Explota y maltrata a sus “protegidas”. Siempre está a la caza de nuevas pupilas para su harem, o de negocios complementarios que le permitan seguir sufragando su disipado tren de vida.
El padre Olavo, es el cura católico, titular de la Iglesia de Santa Bárbara. Su concepción de la religión (y de la vida) es bastante conservadora y apegada a los más estrictos cánones.
En su pueblo, rural y lejano, un buen día a Zoe, se le enferma su burro, su mejor aliado en las faenas del campo y, por ende, su mejor amigo.
Zoe procura todo lo que está a su alcance para que su fiel animal recupere la salud. Pero todo resulta inútil y el asno está a punto de morir.
En su desesperación Zoe hace la promesa a Santa Bárbara, de transportar una enorme cruz de madera, hasta la iglesia de la deidad ubicada en la remota ciudad.
Pero la promesa incluye dos particularidades: el recorrido lo hará a pie y la cruz la cargará sobre sus hombros.
Cuando se alivia el animal, Zoe, como buen católico, se apresta a cumplir el juramento hecho a la santa y, junto con Rosa, se lanzan por los caminos tortuosos y accidentados que les depara el trayecto.
Nunca pasa por su cabeza que el abrupto camino será la menor de las calamidades que tendrán que enfrentar cuando lleguen a la gran ciudad e intenten cumplir el voto comprometido.
En la urbe les esperan, pacientes: la intolerancia, la burocracia, el menosprecio, el racismo, el abuso y el dolor.
Película ganadora de la Palma de Oro, en el Festival de Cannes, en 1962.

Seguro de Vida (realidad)
El contrato de seguro de vida es un contrato de adhesión y de buena fe.
Las aseguradoras, en términos generales, por virtud de este tipo de contrato se obligan a cubrir una indemnización a los beneficiarios señalados en la póliza respectiva, cuando ocurra la eventualidad del fallecimiento del asegurado.
Como todo contrato tiene sus propias particularidades técnicas y, desde luego, como reza el anuncio: “aplican restricciones”.
Este contrato se inscribe en el apartado de Contrato de Seguro sobre las Personas, en el Título III de la Ley Sobre el Contrato de Seguro.
Al respecto, podemos leer en su artículo 162 lo siguiente:
Artículo 162.- El contrato de seguro sobre las personas comprende todos los riesgos que puedan afectar a la persona del asegurado en su existencia, integridad personal, salud o vigor vital.
Es decir, se protege a la persona en todo su entorno, en el más amplio sentido del término, comenzando por su propia vida (su existencia).
Se protegen sus aptitudes (integridad personal).
Se le protege ante eventualidades que pudieran menoscabarle, a consecuencia de enfermedades y accidentes (salud o vigor vital).
Las actividades de la persona (individuales, profesionales o de trabajo); así como las relaciones (sean de dependencia o de colaboración) que establece con otros individuos en su círculo inmediato (familiar o laboral), se convierten, de manera indirecta, en objeto de esta protección.
Ello, en el supuesto de que, ante un evento funesto, la persona se viera imposibilitada de continuar realizando dichas actividades o relaciones.
Todo lo anterior pudiera resumirse en la siguiente reveladora y aleccionadora frase:
“El riesgo existe, las consecuencias cuestan dinero, sólo hay que decidir quién paga: usted, su familia o…su compañía aseguradora.”

Acto de amor
En anteriores oportunidades hemos mencionado que la contratación de un seguro de vida, equivale a un acto de amor.
Primero: para contigo mismo, al reconocerte como ser humano sujeto a todos los riesgos que implica vivir la simple “vida diaria” y que la misma se vea perturbada por alguna eventualidad funesta.
Dicen y dicen bien: “los accidentes no avisan, suceden”.
Segundo: para tus seres queridos y, en general, para las personas que dependen económicamente de ti, y a los cuales, de manera normal, tu vienes apoyando a cristalizar sus planes y proyectos. Para que, en tu ausencia, esos planes y proyectos no se trunquen.

Corolario
Ojalá tengas oportunidad de ver la película y te guste, como a mí.
Asimismo, espero que las notas de arriba te sean de utilidad.
Si es así, coméntame.
En casi contrario (se vale), también… coméntame.
Finalmente recuerda:
“¡Si eres de los que piensan: no puedo pagar un seguro de vida (o un Seguro de Protección y Ahorro); probablemente lo necesites más que aquellos que si pueden pagarlo!”
Apoyemos, reconozcamos y respetemos a nuestros médicos, enfermeras, laboratoristas, camilleros, operadores de ambulancias, personal de intendencia y a todo el gremio de la salud. Ellos trabajan en nuestro beneficio y contra el COVID-19.
31 / mayo / 2023
Gonzalo Guillermo Miguel Sandoval
Agente Profesional de Seguros
Consultor Fiscal
www.retiroatiempo.com
9991-929563
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