El virus del… miedo.
- Gonzalo Guillermo Miguel Sandoval
- 21 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 24 mar 2020
La humanidad vive tiempos aciagos: los tiempos del coronavirus.
En cuestión de meses, entre noviembre de 2019, cuando desde China se reportaron los primeros indicios del brote, y marzo de 2020 (cuando escribo estas líneas), el mundo pasó de la hiperactividad (propia de la era de la tecnología), al cesamiento paulatino (forzoso o voluntario) de movimientos, acciones y trajín habituales.
Cada día, varias veces al día, nos llegan noticias (una tras otra) una más dramática que la anterior, las cuales nos refieren escenarios fatales, no únicamente respecto del avance de la enfermedad y sus nocivas consecuencias, sino extendidos a la economía de los países y de las personas.
Los medios de comunicación, ávidos, dejan de lado las buenas noticias que si las hay (aunque en menor medida), como el hecho de que China ha logrado detener, por fin, el número de contagios https://www.cronica.com.mx/notas-china_logra_detener_los_contagios_de_coronavirus_locales-1148703-2020, o el avance de los ocho distintos proyectos avocados en varios países a la investigación para la cura del virus https://www.bbc.com/mundo/noticias-51721014.

De esta forma, aparece un nuevo virus, más mortífero que el coronavirus: el “virus del miedo”.
Ese miedo que nos hace actuar de manera irracional y que nos convierte de seres pensantes, a entes desvalidos de toda cordura, cuyas actuaciones las dicta el impulso y la reacción incoherentes.
Así vamos, de generar desabasto de manera artificial (realizando compras de pánico), a diseminar (o contribuir a su diseminación) noticias falsas o alarmistas. En medio, nos permitimos expresar todo tipo de opiniones “científicas”, pues en México (¡vaya sorpresa!) ahora lo que nos sobran son epidemiólogos, infectólogos, bacteriólogos y multitud de conocedores de la medicina y, por tanto, “opinadores” del tema.
No se trata de menospreciar la gravedad de la enfermedad. Desde luego la prioridad de todos se resume en:
No contagiar y, evitar ser contagiados.
Para ello hay que atender, de manera puntual, las indicaciones de las autoridades sanitarias.

Todo lo demás, sale sobrando.
No creo en soluciones “mágicas” ni en quienes se empeñan en dar las respectivas recetas.
Creo en el conglomerado de personas, día con día, trabajando para encontrar un desenlace favorable: si ni tú, ni yo, formamos parte de ese conglomerado, apoyemos con nuestra confianza.
Seguro estoy, esta crisis, como otras, pasará, y la humanidad seguirá adelante.
En tanto ello ocurre, tenemos dos caminos:
1/o.- Seguir (con acciones u omisiones) inoculando el “virus del miedo” y esperar, como efecto boomerang, nos alcance a nosotros mismos, o
2/o.- Mejor aprovechar el enclaustramiento obligado, a prepararnos (de la mejor manera posible) para reanudar, de manera normal, nuestras actividades (cualesquiera que estas sean) en el momento oportuno (cuando los perpetradores del caos, decidan que ha sido suficiente).

Finalmente recuerda:
“…en el camino, dijo la muerte al aldeano: voy a tu pueblo y provocaré 500 muertes. A su regreso, el aldeano supo que hubo 3,500 muertes; entonces inquirió a la muerte: ¿dijiste 500?, y la muerte le respondió, fueron 500, el resto… se murió de miedo…”.
Cuento (resumido) el cual, recién, me platicó mi cuñado Manuel M. Soto, al que le mando un abrazo fraterno, así como a su noble esposa, María Elena.
20/marzo/2020
Gonzalo Guillermo Miguel Sandoval
Agente Profesional de Seguros
Consultor Financiero
9991-929563
Hola Gonzalo, muy buena tu reflexión acerca de la situación que estamos viviendo debido al coronavirus.
Efectivamente, nos contagiamos unos a otros del miedo, a lo desconocido, a lo que no está en nuestras manos controlar.
Hay que ser positivos y tratar de vibrar alto, confiar
y ponernos en las manos de Dios, desde luego haciendo lo que nos corresponde.
Muchas gracias!! Te mando un abrazo!!